En ocasiones, cuando las personas se ven enfrentadas a determinadas exigencias externas, el malestar psíquico toma forma de estados de ansiedad. Esto ocurre especialmente cuando las situaciones superan la capacidad de respuesta de los sujetos. La ansiedad es un estado psíquico crítico. Se puede presentar en forma aguda, con picos de gran intensidad, o crónica, cuando se mantiene en el tiempo. En ambos casos, es necesaria la ayuda profesional. La ansiedad tiene muchas caras y los síntomas pueden ser muy variados y con diferentes matices dependiendo de cada persona.
Los síntomas de ansiedad más comunes son:
- Síntomas fisiológicos y reacciones del cuerpo: taquicardia, palpitaciones, hiperventilación, sensación de ahogo o atragantamiento, sudoración,escalofríos o sofocos, dolores abdominales, mareos, entumecimiento, hormigueo, temblores, incluso desmayos o parálisis.
- Fobias: a la soledad, a socializar, al coche, tren o avión, al ascensor, ante determinados animales.
- Miedos exagerados: miedo a que ocurra algo grave, a morir, a perder a alguien, a contraer una enfermedad grave, miedo irracional a perder el trabajo, miedo al futuro, miedo a estar solo, miedo a, miedo intenso ante el recuerdo de un acontecimiento traumático.
- Obsesiones: Pensamientos o imágenes repetitivos no deseados; recuerdos insistentes; obsesión con la comida, con el dinero, con la sexualidad.
- Conductas compulsivas y manías: Comportamientos irracionales e irreprimibles como lavado de manos, puesta en orden de objetos, comprobaciones; conductas repetitivas y compulsivas de acuerdo con determinadas reglas: rezos concretos, supersticiones, contar o sumar, respetar ritos personales.
- Angustia crónica: preocupación excesivas, inquietud permanente, inseguridad, dudas constantes, inhibición e impotencia para enfrentar la vida cotidiana.
- Ataques de pánico: momentos agudos de angustia incontrolable con reacciones corporales.
- Sensación de pérdida de control: Miedo a volverse loco; miedo a hacerte daño a ti mismo o a los demás.
- Otras sensaciones no habituales: sensación de irrealidad, sensación de embotamiento, falta de concentración, aturdimiento, irritabilidad sin motivo, dificultad para conciliar el sueño, sensación de no haber descansado al levantarte por la mañana, fatiga fácil y sin motivo, agotamiento, falta de energía a pesar de los nervios.
Si la ansiedad no logra controlarse por otros medios, es necesario recurrir a la ayuda de un profesional. El trabajo terapéutico permitirá, en primer lugar, ubicar las coordenadas objetivas y subjetivas que determinan el estado de ansiedad. Y, a partir de ello, el sujeto podrá encontrar los recursos propios con los que responder a las dificultades.