Hoy en día desde diferentes campos teóricos se nos convoca a no sentir celos. Los celos son vistos como posesión, control, o incluso locura. Se hace un intento de educar a las personas para que sean abiertas y no sientan celos, y sin embargo, los celos persisten así sea en el fuero más íntimo.
Este intento por controlar los celos y hacerlos desaparecer mediante teorías que se leen en libros, provoca una enorme frustración, ya que apenas se puede conseguir eliminarlos si no se sabe a qué responden.
Efectivamente los celos pueden llevar a la persona que los padece, a intentar controlar a su pareja, o en casos muy graves, a maltratarla. Y sin embargo, en primera instancia, los celos son un sufrimiento para la propia persona que los siente.
Los celos son un sentimiento que se activa ante el miedo a la pérdida de la persona amada. Esta activación se produce gracias a los fantasmas propios que albergamos cada uno de nosotros. Por eso es necesario poder hacer un trabajo en el que se revele en qué consisten esos fantasmas de modo que puedan perder algo de la fuerza con la que se nos imponen.
Una parte de los celos se pueden resolver en la propia pareja, de modo que el compañero o la compañera ayude a la persona que siente celos a comprender ciertas situaciones, o incluso evitando alimentar los fantasmas del otro con aquellos actos que sean prescindibles. No obstante, lo más importante para que la persona que sufre los celos pueda aliviarse es el trabajo personal, ése que ayuda a reconocer los fantasmas propios.
Así, la comunicación en la pareja y la disposición por ambas partes a resolver el problema es muy importante, pero no debe excluir la labor subjetiva de captar en qué consisten esos fantasmas que hacen que ciertos pensamientos y sentimientos nos invadan y se apropien de todo nuestro ser de manera obsesiva.
Además, los celos pueden llegar a provocar una angustia tremenda fruto de la inseguridad y la desconfianza. No olvidemos que la persona que siente celos sufre: siente un dolor inmenso, temor, tristeza, se estresa, e incluso puede llegar a somatizar, es decir, a enfermar el cuerpo. Este malestar hace que la persona que lo padece tenga dificultades para afrontar la situación de una manera resolutiva, dejando que aparezcan más bien la irritabilidad, el enfado, o incluso el enfrentamiento con el otro.
Cuando los celos responden a una situación real, como por ejemplo una posible infidelidad o un engaño, nos sirven de alerta para identificarla, y se puede así afrontar una conversación con la pareja en la que se pueda poner la situación que los genera sobre la mesa. En este caso si las dos partes son honestas, será posible llegar a algún tipo de resolución.
Cuando los celos responden a un miedo propio –por más que parezcan responder a una situación real-, es necesario hacer un tratamiento de los mismos que permitan identificar aquello que los activa de modo que se puedan aliviar en la medida de lo posible. Muchas veces la persona que padece celos trata de resolverlos pensando y pensando infinitamente, dando vueltas a unas ideas u otras, tratando de revelar si es cierto lo que piensa o no. Se ve capturado en un bucle de pensamientos obsesivos que tratan de dar respuesta a un enigma que la persona misma se ha creado. Esto no genera más que dolor y agotamiento. Para poder resolver verdaderamente la situación hace falta ayuda, así como un tratamiento en profundidad.
Hay personas que reconocen sus celos como un problema propio, aún así a muchas les cuesta acudir a un especialista para hacer un tratamiento a menos que finalmente destruyan un vínculo importante y eso les acerque a la consulta. Otras tienen enormes dificultades para admitir los celos como algo propio, y pueden negárselo aún a pesar de que la misma situación se les repita con distintas parejas. La repetición es una buena señal de alerta para atender a lo subjetivo, a lo que es de uno y no se le puede endosar al otro.
Hacer una experiencia psicoanalítica en la que se puedan ubicar y entender los fantasmas que provocan los celos, puede traer un alivio considerable a los mismos. Cuando uno logra traducir las causas invisibles de su malestar, y puede comprender, algo se relaja, se alivia. Tratar de controlar lo que sentimos no es muy fructífero, de hecho puede desembocar en una enorme frustración. Encontrar las causas que motivan nuestro padecimiento hace que al quitar el foco de la pareja y ponerlo en nosotros mismos, podamos por un lado no destruir la relación y por otro, sanar algo de eso que se nos activa.
Si te encuentras en una situación así, quizás es el momento de hacer tu experiencia de descubrimiento, de localización del problema y las causas que lo generan. En Sabere Clínica te podemos ayudar. Estamos muy cerca de ti, en el centro de Madrid: Paseo Reina Cristina 6, en Atocha Renfe.
Marta García de Lucio
Psicoanalista