La impotencia en la era de la Viagra
Con la creciente importancia que la sexualidad ha ido adquiriendo para la subjetividad contemporánea, el que la erección no aparezca cuando “debería” suele ser un motivo de mucha preocupación para los hombres que lo padecen. ¿Cuáles son las causas de que la erección no se dé allí donde se la espera? Al varón que le sucede, queda angustiado y perplejo ante el hecho de que su órgano viril no responda: ¿Será el estrés? ¿Será que su partenaire no le gusta? ¿Será que algo oscuro y difícilmente definible falla en él? ¿Será que padece una enfermedad todavía no detectada?
Descartados los problemas orgánicos evidentes (lo que a menudo no es tan fácil) para el psicoanálisis la impotencia es un indicador subjetivo importantísimo: algo singular se está jugando para ese hombre en el momento, en las situaciones y con el partenaire (o los partenaires) que se produce. Algo que atañe a lo más íntimo de su ser y de sus determinaciones psíquicas.
Hasta el descubrimiento accidental a mediados de los 90 de que el citrato de sildenafilo (más conocido por su nombre comercial “Viagra”) causaba erecciones en los hombres que participaban en un estudio clínico que buscaba validar el uso de este medicamento para prevenir la hipertensión y la angina de pecho, pocos remedios existían para este problema.
Aproximadamente un siglo antes, a finales del siglo XIX, Freud invitaba a sus pacientes a hablar con toda libertad, de todo lo que se les pasase por la cabeza, la denominada “asociación libre”, para poder encontrar los determinantes singulares de sus síntomas, entre ellos, de la impotencia. En el discurso de los pacientes aparecían entonces cuestiones fundamentales como:
– El desconcierto ante un cuerpo que funciona más allá de la consciencia, de la voluntad, de la lógica del sentido común.
– El no saber fundamental que acompaña a la sexualidad para el ser humano: ¿Qué goce es el adecuado? ¿Cómo hacer gozar al partenaire? ¿De qué gozo yo? ¿De qué goza el otro? Y es más, ¿gozamos?
– Las dudas acerca de qué es ser un hombre, en qué consiste ser viril, el desconocimiento de los puntos de amarre que permiten a cada hombre en concreto sostenerse en el encuentro sexual con un partenaire.
– Las dificultades con las mujeres, cuya relación con la sexualidad no parece ser tan clara como la masculina: ¿Qué quiere una mujer? ¿Qué me demanda la mujer con su deseo? ¿Por qué aparece el amor solidario al goce sexual en las mujeres y en qué me implica?
– La escisión entre deseo sexual y amor: ¿Por qué justo con la mujer que me interesa no puedo, no la deseo y, sin embargo, deseo con intensidad a mujeres que no aprecio o en situaciones que me avergüenzan?
Más allá de los beneficios que pudo suponer la liberación sexual en Occidente a partir de los años 60 del siglo pasado, lo cierto es que la sexualidad además de por el deseo, suele seguir yendo acompañada por la angustia, en la que se juegan distintos aspectos fundamentales de la subjetividad. Para cortacircuitar esta angustia encontramos que cada vez es más habitual en los varones hacer un uso preventivo de la Viagra o de otros medicamentos análogos. Con ello, se intenta evitar el temido desencuentro en la cita con la erección que aboca a la pregunta del sujeto por su sexualidad.
“Una hora antes me tomo la pastilla y al cabo de un rato allí está la erección dispuesta a engancharse a algún encuentro sexual”. La prioridad es asegurarse la erección, asegurarse que no existe la grieta de no saber y de falta de control que se da para los seres humanos en la sexualidad, en el encuentro entre dos cuerpos vivos movidos por el misterio del deseo sexual, por un empuje tan incuestionable como enigmático de que allí, en el cuerpo del otro, hay algo que se tiene que satisfacer y sólo se puede satisfacer allí. ¿Y si no aparece este deseo? ¿Y si, aunque aparezca el deseo, el cuerpo no responde? He aquí un trance que el sujeto quiere evitarse a toda costa con la ingestión preventiva de este tipo de medicamentos.
Con este uso preventivo de la Viagra, el varón se asegura “estar a la altura de las circunstancias” y sostener adecuadamente el semblante requerido en la sexualidad, pero ¿qué hay de la vivencia íntima de la sexualidad, cuando el varón sabe que todo el proceso ha sido disparado por la ingesta de la pastilla fetiche?
Esperanza Molleda