Cinco claves para entender el bullying o acoso escolar que no te han contado nunca.

Este año se ha puesto de moda una serie que ha dejado preocupados a muchos padres y madres, ha gustado a muchos adolescentes, y sin embargo hay que verla con cierta distancia. Se llama Por trece razones y cuenta la historia de una adolescente que se suicida, según nos quieren hacer entender, por sufrir acoso escolar en el instituto.

Para verla es necesario entender en primer lugar que el acoso escolar en esta serie es la temática de una producción que busca producir la intriga en el espectador, entretenerle a base del misterio y el drama. Por tanto no es un documental que refleja fidedignamente la realidad sino una trama de ficción con todos los adornos necesarios para enganchar al público. Hay mucho que debatir en torno a la serie, desde el perfil psíquico de la protagonista que no encaja demasiado con el perfil suicida, hasta lo que se da a entender por acoso en el transcurso de la serie. Sin embargo no nos detendremos ahora en ello.

Aquí van las cinco ideas básicas para entender el bullying o acoso escolar.

1. No toda agresión es acoso escolar: sólo cuando las agresiones se dan de forma continuada y persistente en el tiempo.

Hoy día se habla de acoso escolar con demasiada facilidad, desorientando a los protagonistas del conflicto y a los adultos que les rodean. Para que consideremos que se está dando una verdadera situación de acoso escolar, es necesario que las agresiones cumplan con la premisa de la persistencia en el tiempo. Si no es así, estaremos hablando de una agresión, pero no de acoso. Ambas situaciones son graves pero son problemáticas distintas, y entender esto es fundamental a la hora de abordar el problema, tanto la agresión en sí, como el tratamiento que debe llevarse a cabo con el niño que agrede y el que es agredido.

2. Abordar el problema exclusivamente desde el castigo a la persona que acosa no resuelve el problema.

Observamos a menudo cómo ante una situación de acoso los mecanismos que se ponen en marcha son generalmente los enfocados a castigar a quien ha cometido la agresión. Las expectativas de los padres del alumno agredido y el propio agredido esperan ansiadamente que “se haga justicia”, que haya una sanción. Es necesario escuchar a la persona que agrede y hacer un tratamiento con ella. La fórmula del castigo más allá de los posibles debates en torno a ella, cuanto menos no es suficiente.

Recordemos que estamos hablando de niños y adolescentes que aún se están desarrollando y necesitan de límites pero también necesitan sentirse alojados en el deseo del Otro, en un Otro que les dé un lugar. Sólo así podrá entenderse qué está pasando, y ver nuevas formas de canalizar aquello que le moviliza a la agresión. Es por esto que la persona que agrede debe tener un espacio para elaborar qué genera la agresión dentro de sí y qué le lleva a pasar al acto de la agresión misma.

3. Es fundamental trabajar con la persona que padece el acoso.

Es por lo dicho anteriormente que más allá de la regulación que se haga al respecto sobre este asunto, es necesario entender que hay que hacer un tratamiento del problema que acoja por un lado a la persona que agrede, para que éste pueda lograr ubicar su responsabilidad subjetiva en lo que hace y pueda de esta manera entender su posición inconsciente, y por otro lado a la persona agredida, para que pueda analizar su manera de afrontar la agresión de tal modo que pueda hacer algo distinto. Si se espera que todo tratamiento vaya dirigido al agresor y se deja a la persona agredida de lado, ésta no tendrá la oportunidad de transformar aquello que la paraliza, que la deja indefensa ante las agresiones de los otros. Es el caso de un mismo niño o niña que sufre acoso y al cambiarla de colegio se le vuelve a repetir la situación.

Muchas veces por la propia frustración familiar ante la situación, se refuerza la posición de “víctima” del niño, y éste al percibirlo se acomoda ahí. Esto le genera muchos problemas porque no sólo se vuelve a encontrar en situaciones similares una y otra vez sino que además no supera lo acontecido al instalarse inconscientemente en espera de una justicia que no llega. Desde esa posición siente que el mundo se vuelve demasiado hostil, insoportable, y se desvincula de la idea de que esa posición en la que está es en sí misma parte del problema.

4. La posición de las familias es fundamental para la resolución del problema.

En este sentido es fundamental que los familiares del niño agredido no aborden el problema fomentando la posición de víctima de éste, sino más bien interrogando su papel en la agresión. ¿Qué queremos decir con interrogar? Sencillamente mostrar interés por entender lo que le está sucediendo, por ejemplo, qué le paralizó cuando le agredieron, si tiene miedo de algo, cómo se siente con lo que está pasando, etc. No es un interrogatorio, es un interés verdadero porque el niño o la niña puedan entender qué les pasa ante estas situaciones. Hay niñas y niños que se defienden tan bien, que raramente podrían ser víctimas de acoso escolar. ¿Qué le pasa a cada niño que no sabe o no puede responder a una agresión? Esa es la pregunta y hay que responderla uno por uno, no hay una respuesta para todos.

En cuanto a los familiares del niño que agrede, es importante que traten de no defenderse de la idea de que su hijo o hija pueda haber realizado tal acto. A menudo a los padres y madres les cuesta aceptar la idea de que sus hijos e hijas actúen de modos que no esperan o que no muestran en casa. Tampoco ayuda en nada justificar el acto. Quizás lo más interesante de nuevo sea introducir la pregunta: si se siente bien, qué ha pasado, cómo se lleva con el otro niño, si hay algo que le preocupe o le tenga nervioso, etc. Igual que en el caso del niño agredido, hay que responder a la pregunta de ¿por qué llega un niño o niña a agredir habitualmente a otro? Y de la misma manera es una pregunta que ha de responderse caso por caso.

5. El tratamiento que se puede aplicar a los protagonistas de una situación de acoso escolar.

Cuando se tiene noticia de la agresión, ya sea del lado de quien la ejerce ya sea del lado de quien la padece, es necesario ofrecer un tratamiento que despeje lo que está sucediendo de fondo. En este sentido podemos pensar la agresión, el acoso, como un síntoma que nos habla de algo aún por esclarecer. Es importante como hemos dicho ya que la persona que agrede pueda interrogarse sobre ese empuje a hacer daño, y la que padece el acoso se interrogue sobre aquello que le hace colocarse en una posición pasiva, de indefensión, o de silencio incluso. Para ello en Sabere Clínica ofrecemos un espacio terapéutico con un equipo que tiene una amplia experiencia en tratamiento con adolescentes.

Si crees o sabes que tu hijo o hija puede estar padeciendo acoso escolar o agrediendo a compañeros, consúltanos y te orientaremos sobre el tratamiento a realizar. La primera sesión es gratuita y sin compromiso. Somos un equipo de psicólogos y psicoanalistas en Atocha.

Marta García de Lucio

Psicoanalista